Recordando los veranos de mi infancia (80s y 90s)

Seamos más o menos nostálgicos, algo que creo que a todos nos gusta de vez en cuando es recordar cómo eran los veranos cuando éramos pequeños. En mi caso, nunca he tenido pueblo (mi padre es de ciudad 100%, y mi madre es de uno de los pueblos más bonitos del mundo, Sos del Rey Católico, pero se fue con 12 años y nunca hemos tenido allí casa para ir).

A pesar de no haber pasado esos «veranos en el pueblo» que veo que la mayoría sí habéis tenido, en mi caso de pequeño y adolescente siempre iba a veranear a dos pueblos donde mis yayos tenían casa. Uno de playa (L`Hospitalet de L’Infant, Tarragona) y otro de montaña (Jaca, Huesca). Recuerdo pasar largas temporadas en ambos sitios durante el verano, especialmente en la playa, y tengo recuerdos buenísimos.

Sin enrollarme muchísimo, voy a dejar comentarios de recuerdos que me llegan al recordar esos veranos en la playa y en la montaña. Mezclaré recuerdos de distintas épocas: algunas cosas las haría con 8 años, otras con 15… pero en fin, recuerdos son. Recuerdo…

Mis veranos en la playa: L’Hospitalet de L’Infant

En el viaje de ida en el coche, en la parte final del viaje, había un trozo de carretera con muchas curvas y unas montañas bajas, y una vez acabado eso, de repente tras una curva, se veía el mar a lo lejos. Mi madre al ver eso siempre decía: «¡el mar, idiota, el mar!«. Nunca supe por qué, debía venir de un chiste… luego le pregunto.

También en los viajes en coche recuerdo ir escuchando cintas de cassette con chistes de Marianico el Corto. Algunos un poco verdes. Se oían risas de señoras tras cada chiste, y con los verdes, se reían más.

Al llegar, recuerdo que mi yaya siempre salía a la puerta a recibirnos ya mientras aparcábamos. No sé cómo sabía que llegábamos ya (no había móviles), pero ahora imagino que estaría todo el rato pendiente de escuchar si llegaban coches por esa calle.

Ya en la playa, lo que todos hemos hecho: muchos agujeros en la playa que luego llenaba con agua para hacer una «piscina» cerca de la orilla, castillos, baños en la orilla… pero lo que más me gustaba era ir andando por el espigón de la playa de Hospitalet. Ir de piedra en piedra era muy divertido (aunque había que ir con cuidado, entre las piedras había huecos). Y en las piedras que tocaban el agua siempre se veían muchos cangrejos. Ah, también meterse con la colchoneta, un clásico maravilloso. Quedarse tumbado, tirarse, bajar, subir…

El espigón de la playa de L’Hospitalet de L’Infant

Después de la playa solíamos ir un rato a «la piscina del hotel». Me refiero al Hotel Vistamar, que está justo al lado del trozo de la playa donde nos poníamos siempre. Por lo visto se podía entrar sin estar alojado (eso lo pienso ahora; entonces no me lo planteaba). Ahí me volvía a bañar, jugar con la pelota con algún niño, ir tirándome de la piscina pequeña a la grande… y solía caer algún helado. Mis favoritos de esa época: Twistter, Calippo, Frigodedo (el frigopie no, no me gustaba)… y el Popeye cuando tenías pocas pesetas.

A la hora de comer, recuerdo que ahí solíamos comer algo que en Zaragoza no comíamos casi nunca, que yo entendía que se llamaba «munchetas amb butifarra», aunque ahora en Google veo que se escribe «mongetes amb botifarra«. Bueno, para mí eran judías blancas con salchichas frescas, y me encantaba (y aún me encanta, claro). Eso en casa. A veces íbamos a comer a algún restaurante por Miami Platja, con mis yayos Carmen y Joaquín. Yo siempre me pedía fideuá, uff, buenísima. Y de postre, crema catalana (para mí eran natillas con azucar quemado encima). Qué bueno estaba, me encantaba comer por ahí.

Luego venía la hora de la siesta para los mayores, y como yo nunca he echado siesta, era tiempo para jugar. Recuerdo jugar con mis chapas. Tenía chapas con ciclistas (Induráin, Bugno, Chiapucci, Rominger, Zülle…), y como el suelo tenía unas baldosas que formaban un «caminito», hacía que eso era la carretera y yo iba moviendo todas una a una. Si una se salía, se ponía en el sitio de donde venía, como un turno perdido. Creo que me esforzaba más para lanzar mejor con Induráin (sí, yo solo hacía trampas). También tenía chapas de futbolistas, ¡y esas aún las tengo en casa! Chapas de KAS, Coca-Cola, cervezas… donde hacía plantillas enteras de equipos. El Zaragoza de Esnaider, Pardeza, Poyet, Higuera, Aguado, Aragón… y el Valencia, Depor, Athletic, Atleti, Madrid y Barça, con jugadores míticos de la época: Guardiola, Luis Enrique en el Madrid, Zamorano, etc.

Mis chapas de fútbol, que aún conservo

También tenía ahí instalado mi ordenador ZX Spectrum. Recuerdo muchas horas jugando, a veces al Bulls Eye en familia, y muchas horas yo solo con el Italia 90, y con otros juegos que tengo anotados en este post con todos los que recuerdo haber tenido. Unos videojuegos muy muy arcáicos ahora… pero entonces era lo que había (finales de los 80).

El resto de la tarde era para hacer otras actividades de exterior, aunque ya no playa (eso solo era por las mañanas). Dar vueltas por el pueblo con la bici que me dejaba ahí, e ir a jugar a fútbol al polideportivo que estaba al lado de casa (o a veces ir a ver partidos), son las cosas que más me gustaban. Estas cosas las solía hacer solo, aunque a veces me podía juntar con niños del pueblo… pero nunca me hice grupo de amigos como tal. Tengo una hermana mayor, y aunque hemos jugado mucho juntos, en la playa mis recuerdos son ya con ella preadolescente quedando con sus amigos en sus primeros años de salir de discotecas (ella sí se hizo un grupo de amigos catalanes, vascos y de otros sitios) mientras yo, aún niño, jugando.

En esa portería me ponía a practicar mis tiros a puerta (cuando no estaba ocupada)

Ahora recuerdo todo con tiempo infinito, porque aparte de todo lo anterior, recuerdo también hacer a ratos algunas páginas de los libros de Vacaciones Santillana, leer el Marca que me traía mi padre todos los días (me encantaba ver la tabla de fichajes de los equipos, con altas, bajas, y rumores; tabla que aún la hacen idéntica), leer tebeos de Mortadelo y Filemón, algún libro, etc…

También había muchos paseos por el paseo marítimo, el puerto (donde mis padres me compraban un granizado de limón o un helado de leche merengada), o por el centro del pueblo. En el puerto me gustaba mucho ver todos los barcos, especialmente los grandes. Por los alrededores del puerto, solía haber vendedores ambulantes (creo que casi todos eran de origen africano) vendiendo juguetes, relojes o cosillas así. Recuerdo que un año se puso muy de moda el puntero láser, que proyectaba ese puntito rojo, que se podía ver hasta muchísimos metros de distancia.

Por la noche, después de estar cenando en el jardín y luego tumbado en alguna hamaca mientras los mayores hablaban, me echaba en la cama y, al menos siendo ya algo mayor, me ponía a escuchar El Larguero en la cama. Recuerdo, no sé por qué, y mira que no será algo tan impactante, que me llamó mucho la atención la noche que contaron que el Athletic fichaba a Etxebarría por 550 millones de pesetas. Entre que la cantidad me parecía desorbitada, y que era un fichaje de un equipo rival, a un niño futbolero como yo le ha quedado esa noticia en el recuerdo. Por cierto, eso ahora son 3 millones de euros, que ahora en 2021 es lo que cuesta un futbolista muy muy del montón, lejos de los, por ejemplo, 222 millones que pagaron por Neymar (y hace ya 4 años). Por cierto, ahora leo que el fichaje es del 5 de julio de 1995. Ya tengo fecha exacta para este recuerdo. Yo tenía casi 14 años. Y Etxebe, por cierto, solo 17 años.

Otra actividad top del verano era cuando coincidíamos unos días con mi tío, que tenía lancha motora, y salíamos muchos días al mar, donde íbamos a toda velocidad surcando el mar. Nos solíamos poner en la parte delantera, y la sensación de velocidad, con el morro de la lancha dando botes, era brutal. Lo que más me gustaba era parar junto a una gran cueva que había por la zona, echar el ancla, y entrar nadando en la cueva. Una vez dentro había pequeñas zonas con arena para poder estar allí de pie, todo a oscuras. Arriba había murciélagos, aunque no se veían, estarían durmiendo supongo.

Me faltarían más cosas, como recordar algunas veces en que coincidía con mi primo (de un año menos que yo) y sí que jugábamos juntos todos esos días, excursiones a Reus que hacíamos muchos veranos, las clásicas visitas a los vecinos de la casa el primer día que llegábamos (eran amigos de mis abuelos, se compraron 4 casas juntas… ya solo queda 1 de ellos, ya anciano). Fueron unos 30 años veraneando allí y hay muchos recuerdos.

Mis veranos en la montaña: Jaca

Además de estar algunas semanas en la playa, el verano también daba para ir a Jaca, aunque creo recordar que siempre eran menos días (quizás una semana, le preguntaré a mis padres a ver). Aunque hoy en día soy más de montaña que de playa, de pequeño era al revés, así que para mí estos días, aunque también me divertía de otras maneras y me gustaba ir, era la parte «menos guay» del verano.

Aunque había cosas muy guays. Como cuando íbamos de excursión en coche a comer a merenderos, de esos que ponen mesas y sillas de madera. Había uno al que íbamos mucho, creo que cerca de Aísa, que tenía una zona con barbacoas, cubierta, además de mesas, y todo ello junto a un río. Solíamos poner ahí las bolsas con tomates o lechuga, dentro del río pero sujetadas, para que estuviese todo fresquito, y una vez se soltó la bolsa y ahí salieron los tomates río abajo.

Me fascinaba jugar en el río: cruzar de un lado a otro pisando por las piedras más grandes, a modo de puente. Ver renacuajos y ranas. Tirar palos para ver cómo avanzaban por el río. Meter los pies por algunas zonas. Es genial jugar en ríos, y ahora con mis peques intentamos ir a sitios así cada verano.

Ya en Jaca, recuerdo el apartamento, situado junto al Palacio de Congresos, al lado de una plaza que tenía una estatua de un ciervo. Un apartamento que casi asocio más a las Nocheviejas que al verano, porque ahí pasamos más de una Nochevieja, y recuerdo perfectamente que ahí vimos en familia algunos de los especiales más míticos de Martes y Trece.

Por aquí se entraba al apartamento que teníamos en Jaca

En el centro de Jaca está la Ciudadela, rodeada de un foso donde, no sé ahora, pero de pequeño, siempre había varios ciervos ahí y podíamos verlos desde arriba. Por cierto, al lado había unos recreativos y creo que alguna vez me metí ahí a jugar con los arcades de la época.

También tenían casa ahí mis abuelos maternos (los de la playa eran los paternos), y me gustaba mucho ir. Tenían piscina y podíamos bañarnos ahí, a falta de mar. Aunque el agua estaba mucho más fría :S

Ya un poco mayor, también me daba mis vueltas en bici por Jaca, aunque con más cuidado que en la playa, porque Jaca es una ciudad ya tirando a grande, con más tráfico y más gente. Y también paseábamos por el centro, que es precioso por cierto, especialmente las calles que rodean la Catedral. Por ahí había un quiosco de los de toda la vida donde solía caer algún Mortadelo.

Y así, entre excursiones, bici, mortadelos, piscina, y otros juegos que podía inventarme, pasaban también los días en Jaca.

Y ya está. Me apetecía mucho, a modo personal, tener una especie de diario de mis recuerdos de verano, aunque seguro que me he dejado mil cosas. Tuve una infancia muy feliz en general y con mucha suerte de poder tener abuelos con casas en la playa y en la montaña, con lo que, a pesar de no tener pueblo como tal, tenía hasta dos pueblos «de adopción», para pasar un verano completo de playa y montaña.

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